Ruina.
En la sesión celebrada el 23 de enero
de 1.835 y bajo la presidencia del nuevo Corregidor D. Jaime Soncase, se dio
cuenta del estado ruinoso en que se encontraba el puente: por el lado de la
población, habían aparecido grietas y desplomes que amenazaban la estabilidad
de la obra. La asamblea acordó que el Arquitecto Director D. Juan Carbonell
expusiera su dictamen sobre los daños sufridos y la forma de repararlos.
D. Juan Carbonell informó que los
desperfectos habían sido originados por las extraordinarias lluvias ocurridas
enseguida de haber terraplenado dicho costado con tierras de naturaleza
gredosa, sin haber dado tiempo a apisonar ni consolidar. También habían salido
grietas al pie del estribo del arco que todavía se apoyaba sobre la cimbra,
pero que no tenían importancia ya que en la cara opuesta había pasado lo mismo
y, tras haberlas tapado con cal, no volvieron a salir. Como reparación propuso
rebajar las dos paredes de dicho costado 6 u 8 hiladas y volverlas a levantar,
retocando a pico los demás desperfectos. Los terraplenes debían ser sustituidos
por otros de mejores tierras, intercalando tongadas de cascajo y grava. En
cuanto a las grietas en el contrafuerte del arco convenía arriostrarlas con
barrotes de hierro. Al llegar a la coronación debían unirse los dos paramentos
con dos cadenas de hierro para evitar posteriores desplomes (Informe de 26 de
febrero de 1.835).
El Ayuntamiento decidió consultar a
otro arquitecto de acreditada reputación para contrastar opiniones. Se llamó al
Arquitecto de la Villa y Corte de Madrid D. Tiburcio Pérez, amigo del regidor
D. Francisco Tomás Gosalvez.
D. Tiburcio Pérez llegó a la villa y
examinó las obras. Más tarde, en el cabildo de 12 de marzo de 1.835, en el
despacho del Corregidor se reunió con los cargos municipales y D. Juan
Carbonell. Según su parecer el estado del puente era ruinoso e inservible dadas
las diferencias de anchura entre sus extremos, desplomes (de hasta 56 cm. en la
parte de levante), desniveles, grietas y curvaturas que se apreciaban en sus
paramentos. No obstante, si se rebajaban las paredes poco a poco, realizando
las observaciones oportunas y no se producían más movimientos se podría
reconstruir, pero sustituyendo el enorme terraplén por una serie de arcos
interiores de aligeramiento. Ante la diferencia de opiniones de ambos
arquitectos, el Ayuntamiento acordó que se encargara de la reforma D. Tiburcio
Pérez, cesando en la dirección a D. Juan Carbonell. Tras marcar unos puntos de
referencia en las paredes del puente y como tenía que regresar D. Tiburcio a Madrid, se dejó encargado
al maestro de obras D. Antonio Botella de notificarle por carta cada semana las
observaciones y posibles movimientos, así como, la marcha del desmontaje del
puente.
Se paralizó el tránsito de carruajes,
se impidió que entrara agua, se suspendieron los trabajos y se notificó a D.
Vicente Cortés, empresario de la obra, el acuerdo adoptado.
Durante los meses de marzo, abril y
parte de mayo, se ocuparon de la extracción de las tierras del segundo cuerpo y
en descubrir los estribos del arco.. Conforme fueron vaciando se detectaron
grietas interiores en los muros de mampostería, morteros de cal todavía sin
endurecer y separaciones entre los muros de sillería y mampostería que estaban
sin trabar.
Por todo ello D. Tiburcio Pérez
dictaminó que lo mejor era demoler el puente y levantarlo de nuevo bajo otro
plan.
Se suspendieron los trabajos. El
pleno, antes de adoptar la resolución de D. Tiburcio, optó por consultar a la
Real Academia de San Carlos de Valencia.
Reconstrucción.
A finales de junio comparecieron los arquitectos
D. José Serrano y D. Manuel Fornés como representantes de la Real Academia.
Tras el reconocimiento del puente aseguraron que tenía reparación. Para ello
realizaron un proyecto que, tras haberlo aprobado la Real Academia de San
Carlos, le fue entregado al Ayuntamiento por el valor de 1.500 reales de
vellón.
Según el proyecto, la reparación
consistía en: demolición total del cuerpo superior en ambos laterales del arco,
sustitución del terraplén restante del primer cuerpo por mampostería macizada
con mortero de cal, todo ello cubierto de dos hiladas de sillares (enlazadas en
forma de cola de milano) en toda la superficie para unir los paramentos
exteriores de ambos costados, y sobre esta base levantar los arcos apuntados de
sillería de 4 palmos (0’90 m.) de dovela, relleno de los senos con mampostería
y formación de encallejonados con paredes de 4 palmos y bóvedas de roscas de
losetas sobre los estribos del arco hasta la coronación, disposición de
desagües, banquetas, cornisa y pretiles abalaustrados.
Detalle
de un arco ojival
Como obra complementaria, D. Manuel
Fornés propuso la conexión del puente con la población por la calle San
Lorenzo, en vez de por las calles de San Juan y San Mauro como propuso D. Juan
Carbonell; de esta forma enlazaba el Camino de Madrid con la plaza principal de
la villa (Plaza España). Sin embargo, era necesaria la expropiación de la casa
que cerraba la calle por ese costado. Bajo el visto bueno de la Junta se aprobó
el nuevo trazado de la calle.
Los
trabajos del puente continuaron por Administración en septiembre de 1.835,
quedándose como maestro de obras D. Antonio Botella.
A finales de 1.835 se produjo otro
cambio en la municipalidad, siendo nombrado Alcalde D. José Jordá Francés. Una
de las primeras medidas que tomó fue suspender las obras, aprovechando la
crudeza del tiempo, para contratarlas por empresa en pública subasta.
Tras una primera subasta que quedó
desierta se tuvo que recurrir a una segunda, que se celebró el 9 de abril bajo la supervisión
del arquitecto D. Juan Ibáñez, y se adjudicó al maestro de obras D. Mauro
Gisbert, por la cantidad de 339.900 reales. Los financiadores fueron D. Pascual
Abad, D. Gregorio Masiá y D. Antonio Juliá, contando como arquitecto de la
empresa D. Jorge Gisbert (titulado por la Real Academia de San Carlos).
Se reanudaron las obras. Pero en una
visita en el mes de julio, D. Juan Ibáñez
comprobó que se habían omitido las bóvedas interiores, el macizado con
mampostería del espacio intermedio entre contrafuertes y la unión de los
paramentos con las dos hiladas de sillería en forma de cola de milano en el
primer cuerpo. D. Jorge Gisbert reconoció la variación pero argumentó que fue
para darle mayor solidez y propuso que
viniera una comisión de la Real Academia de San Carlos. De nuevo, el 10 de
septiembre se paralizaron los trabajos.
Vista
de los arcos y de los pilares almohadillados
En representación de la Real Academia
vinieron D. Manuel Fornés y D. José Serrano. Emitieron un informe favorable a
las modificaciones efectuadas por Gisbert ya que continuaba con el plan
propuesto por Fornés: “...al paso que
vaciaba el terraplén de las calzadas en la parte del pueblo le pareció más
conforme el replanteo de la obra del segundo cuerpo, de los postes o machones
de los tres arcos sobre el terreno firme y sólido que encontró en lo interior
de las calzadas y a la misma profundidad y a nivel de éstas, subiendo los
postes que deben sostener los arcos de 12 palmos de espesor (2,72 m.) o grueso
cada uno, encadenándolos en su centro con una pared de 7,5 palmos (1,70 m.) de
grueso, haciendo al mismo tiempo una contracalzadas por la parte interior
arrimadas a las antiguas, cuyos postes, cadenas y contracalzadas todo subía a
un tiempo unido y trabado excepto los
paramentos de los postes principales que
subían de sillería a soga y a tizón asentados al lecho y bien golpeados, y lo
interior de buena mampostería ordinaria de piedra reble y de mortero de buena
mezcla llenando los recuadros o cajones que resultaban entre los postes y
cadenas hasta la altura de 14 palmos (3,17 m.) todos macizos de una mampostería
más regular. Este método de construcción que usó dicho Arquitecto en el tiempo
que tuvo la obra a su cargo hasta la altura de 14 palmos como queda dicho...”
La corporación aceptó la decisión de
los arquitectos. Las obras continuaron bajo la supervisión del nuevo arquitecto
municipal de la Villa D. Francisco
Carbonell.
A últimos de octubre de 1.837 se
descimbró el arco. Jorge Gisbert entregó un plan para la conclusión del puente
en el que se suprimieron el pretil abalaustrado y otras decoraciones que
estaban contempladas, todo ello para evitar mayores gastos y acortar el tiempo
de ejecución. El 24 de septiembre de 1.838 el arquitecto D. Jorge Gisbert dio
por concluida la obra, a falta de que una comisión municipal lo revisara.
La sillería de color más claro colocada en los pilares
almohadillados se extrajo de la cantera de San Cristóbal.
Detalle
de los sillares calzados con listones de madera y las juntas de mortero de cal,
en el interior de uno de los arcos ojivales,
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